miércoles, 17 de mayo de 2017
Carta a un querido amigo
Querido
amigo:
Algunas veces, el destino nos
manda personas que por el momento creemos que son insignificantes, aunque esto
no siempre sea así. En ocasiones, esas personas son todo lo que terminas necesitando.
Un buen ejemplo serias tú.
Fui a Durania en búsqueda de
un nuevo camino, en realidad quería alejarme de mis pensamientos. Mi única idea
era huir de lo que sentía, aunque solo fuera por una noche. Con el corazón
roto, una botella de alcohol y una hermosa luna, quizá pudiera lograrlo. Deseaba
una compañía como la tuya, que no juzgara las razones de mi llanto, que me
comprendiera. Ahí estabas tú, apoyándome y cuidándome, mientras que yo hablaba
del hombre que me había lastimado hacía unos días.
Fue pasando el tiempo y aun
seguíamos en contacto, comprendí que no eres una persona fácil de conocer. Para
que alguien se gane tu confianza tiene que hacer mucho, como verte llorar y reír,
aguantarte en tus loqueras y momentos de tristezas, y entre otras cosas, estar
contigo cuando tomes. En algún momento temí que nunca confiaras en mí, pero después
de tantos meses hablando todos los días, creo que lo conseguí.
Como todos, tenemos cosas en común,
pero somos muy diferentes, aunque a simple vista nadie lo note. Tú, siempre
intentando tener los pies sobre la tierra, evitas el romanticismo y eres
realista, y yo, tan soñadora, con mi manera idealista e ingenua de ver el mundo
y el amor. Sin embargo, esas diferencias por el momento no nos han causado
problemas y espero que no los haya en el futuro.
Estoy muy agradecida contigo
por darme la mano cuando más necesitaba a una persona. En los momentos en que
el llanto y la ansiedad estaban al límite, llegabas con tus palabras fuertes y
esos consejos que ayudaban a tranquilizarme, lo mismo que cuando me hacías reír
con esas notas de voz que me enviabas, cantando vallenato y reggaetón.
Querido amigo, debo decirte
que el próximo año, cuando la distancia ya no nos afecte, tendrás que
aguantarme más de lo que haces ahora. Haremos muchas cosas y si está en mi
alcance, intentaré hacer cumplir tus sueños o anhelos. No pierdas el tiempo
mirando en tu reloj cómo los minutos pasan, no te lo obsequié con ese fin. Quisiera,
en ese tiempo que va transcurriendo, estar junto a ti, viviendo instantes de felicidad
y explorando el mundo.
Eres mi mejor amigo, así te
presento ante las personas que me rodean, incluso cuando se burlan por tu
tierno apodo –gatito-.
Con cariño, tu mejor amiga, romántica y
soñadora
Tatiana Ballen Garcia
Comunicación Social
Primer semestre
lunes, 8 de mayo de 2017
A la vuelta, la casualidad
Mirando
hacia arriba, con los ojos clavados en las líneas blancuzcas del cielo raso,
dejó caer los largos brazos en forma brusca sobre el colchón duro. Una voz
suave lo sacó del adormecimiento, producido por las melodías de la guitarra que
reposaba a media altura de sus 1,70 metros, tendida también sobre la cama. Se
levantó con un ruido casi imperceptible, dando un salto hasta la alfombra
verdosa, sucia y maltrecha. Se
acercó a la puerta casi sin prestarle atención, y salió a la claridad del mundo
exterior. Allí en la cocina lo esperaba su madre, quien, con acento tímido por
el desenlace de la telenovela, le dijo nuevamente:
-ya está
el almuerzo, come antes de que se enfríe- y se deslizó a paso lento a la
habitación contigua, para sentarse en la silla del comedor.
Él avanzó
unos cuantos pasos al baño para lavarse las manos en el grifo, que se abría camino
tímidamente a través de las baldosas cerámicas que cubrían la pared. Sus ojos
aún no se reponían del brusco golpe que le atestó el cambio de iluminación,
entre la penumbra de las paredes azules de su habitación, y la blancura ostentosa
del resto de la casa.
Se
acercó a ella con los ojos apagados y el cabello revuelto, como si hubiera sido
víctima de un tornado -precisamente su corazón pasaba por uno en ese momento, y
luchaba por salir ileso- se encorvó un poco, para llegar a la altura del hombro
de su madre, y dejó caer su cabeza junto a la de ella, que volteó a recibirlo
con la cálida mirada que lo recomponía desde hacía 18 años.
-Come,
que se enfría la comida.
-La
verdad- vaciló con voz trémula, mientras se erguía nuevamente -no tengo
apetito.
Se
alejó con paso dubitativo, mientras la luz del sol golpeaba su rostro frío y
muerto. Entró a su cuarto y volvió a dormitar. Difusas imágenes se formaban en
su mente: el primer día que vio a la chica de cabello corto, el día que la
invitó a salir a comer y a rondar despreocupados por un pequeño museo, el día
que la besó por primera vez y sus ojos se vieron reflejados en los destellantes
ojos de ella, el momento de la discusión...
Un
estruendo y varios gritos, así como el inclemente alarido de los perros, lo
hicieron saltar de golpe hasta casi caerse de la cama.
-¡Ay
Dios mío!- gritó su madre después del agudo rechinar de los frenos.
Él
salió a prisa y se posó junto a ella frente a la ventana del comedor. Los
ruidos no paraban, y las personas aglomeradas en la mitad de la calle zumbaban
como un panal de abejas de varios metros de ancho. -Una moto golpeó a una
muchacha- le dijo su madre, ya más tranquila, anticipándose a su pregunta.
Él quiso
saber quién había sido la víctima, pero por azar, logró observar en un claro
entre los vecinos entrometidos, a la persona que hasta hacía unos días había
cruzado esa misma calle de su mano como su novia. Reconocería esa cara donde fuera.
Si bien estaba pálido y desalineado, esa visión lo dejó translúcido.
Corrió
a toda prisa. Con manos y pies apartó sillas, puertas, cuerpos, y en menos de
un parpadeo estaba junto a ella. Sí, en efecto era ella, y en efecto una moto
la había golpeado, con fuerza tal que logró quebrarle la pierna izquierda.
-¿Cómo
estás? Cariño.
Ella
lo miró, sus labios temblaban y sus ojos estaban inundados detrás de sus gafas;
el pelo se balanceaba despreocupado sobre su cara. Él se agachó, con total
sutileza para no lastimarle la herida, y la abrazó con todo el cariño que alguna
vez pudo sentir hacia alguien. Ella no dijo nada, no podía decirlo por mucho
que quisiera, sólo lo miró, lo vio difuso a través de las lágrimas, que ya no
eran por el dolor físico, sino por el hecho de darse cuenta que, a pesar de la
distancia, él volvería siempre a estar ahí.
Fredy Yamid Arciniegas Ramirez
Ingeniería de sistemas
Quinto semestre
lunes, 1 de mayo de 2017
Participación del Laboratorio de Escritura PALABRA ESCRITA en la Semana del Idioma UFPS
'Medio pan y un libro':
Por: Federico García Lorca
En septiembre de 1931, el poeta español
Federico García Lorca leyó en voz alta este manifiesto a favor de los libros y
la lectura. Se inauguraba la biblioteca pública de su pueblo natal, Fuente
Vaqueros, en Granada, y aunque las bibliotecas ahora van más allá de los
libros, su mensaje sigue siendo tan vigente como entonces.
"Cuando
alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que
sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las
personas que él quiere no se encuentren allí. 'Lo que le gustaría esto a mi
hermana, a mi padre', piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una
leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi
casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las
criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo
bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es
pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo
cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de
inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la
provincia de Granada.
No sólo
de pan vive el hombre. Yo, si
tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que
pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los
que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las
reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está
que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos
los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas
al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización
social.
Yo tengo
mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un
hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un
pedazo de pan o con unas frutas, pero un
hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque
son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros!
¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor', y que
debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus
sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la
revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado
del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve
infinita, y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme
libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!'. Tenía frío y no
pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir,
horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del
corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed
o frío, dura poco, muy poco, pero la
agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los
sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser:
‘Cultura'. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los
problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz."
Participación del Laboratorio de Escritura PALABRA ESCRITA en la Semana del Idioma UFPS
Madre en mis cosas
(Obra
Completa [2005] Casa de Poesía Silva)
Madre,
yo aquí con mis cosas:
con
este cuerpo usado que deseo cambiarme,
con el
polvo pegado en el vestido, en los zapatos,
con
esta cal que me mantiene el peso,
con
esta ceniza que me hace mover las manos,
mover
las sienes, que me alarga hasta un metro con setenta
y que
de pronto se amasa con sueños para que me sienta
barro.
Madre,
tu hijo cuenta
once
años más desde el día de tu nunca;
tiene
rayado el tacto, ríos tácitos en los ojos
y ha
movido los pies por las horas
como
buscando ser más hueso.
Te
contaré, Madre,
me he
dejado crecer las barbas
y
todavía me llamo Eduardo;
Padre
sigue sembrando árboles,
Guillermo
es arquitecto y se ha casado,
Helena
hace lo que tú hacías
y yo
viviendo, consumando el olvido.
Madre,
una noche de música
me
escribiste el cuerpo con toda tu ternura
y
alimentaste mi tristeza con una mirada que yo no entendía
pero
que fue tan clara, que sabía tanto...
He
cruzado estos años llenos de savia y agua
y he
consumido los ojos esperándote;
porque
yo recuerdo que por el sol de los venados
enhebrabas
tus manos con un hilo muy fino
y
cosías mi primer traje apoyada en tu vientre,
tu
vientre que Gemela y yo habitábamos.
Te
contaré algo terrible: soy poeta
y
padezco la ternura de las cosas.
Es muy
duro ser poeta, Madre,
y, sin
embargo, entre ricas palabras,
se
descubren las cosas al nombrarlas.
También
recuerdo
el
viaje que contabas cuando me tenías dentro,
el
dedal que comprendía los colores y el remiendo
y que
de pronto cantaba en tu dedo
toda
la ropa blanca que después planchabas.
Madre,
¿te acuerdas de mis enfermedades?
Pues
todavía sigo enfermo.
Hoy es
primero de septiembre y son las doce del día,
estoy
en un café de Madrid y acabo de llegar de un viaje.
Madre,
no estoy en la patria,
estoy
en un país lejano que tú no conociste
pero
del que siempre hablabas, y decías, España,
como
quien le da nombre a la luz,
como
quien parte de una hermosa ausencia.
Como
te puedes dar cuenta
todavía
sigo enfermo.
Madre,
te contaré que tengo amigos,
son
buenos y me los hubieras aconsejado si vivieras.
Hernando
es pequeño y mi mejor amigo
porque
todas las mañanas entreabre sueños
con su
rostro puro como las estaciones;
Alberto
se parece a la yerba
y
porque ama su infancia estudia medicina;
Rafael
es humilde como para llevarlo por un cuento;
Mario
y Pepe son poetas: el uno nació en Nicaragua
y el
otro en Jerez de la Frontera
y
ambos están llenos de universo
como
si estuvieran secos por construir tantos ríos;
Gutiérrez
recorta huellas para tener pasos de futuro;
Pérez
Chanis es arquitecto
y por
todas partes va cantando como si quisiera edificar el aire;
Toral
tiene mil vidas para repartir a sus amigos;
Diego
es profundo y camina por la tierra con la cabeza
levantada
buscando
un mar en cada estrella;
Pedro
Antonio va por el mundo sin saber la dirección de sus
pies
y su
andar está lleno de auroras;
Agulla
usa gafas y se alarga en el tiempo
como
buscando un sitio para su gran cuerpo;
Paco
Urioste es un boliviano sencillo, buen médico
y
abarca con sus manos de ascendencia inca
las
primeras muertes de los hombres;
a
Geirr Tveitt (Gei vait) se le acaba de morir el padre
entre
un gran silencio nórdico;
Soler
es Curro y andaluz pero muy triste,
triste
como si viera claridad en las cosas;
Enrique
está de nuevo en Cúcuta
y
quiere ser político y más hombre;
Labordeta
es poeta, redondo y baturro
y una
noche decidió cambiar su Zaragoza por el mundo;
también
Colmeiro, quien vive apresuradamente su estatura;
y Luis
Eduardo que tiene el alma llena de banderas
y
Darío que es pintor y Guillermo que también pinta
y
Antonio que es sordo, pero que oye
la
música que sale del trigo de Castilla
y que
de tarde vende vino en la taberna.
Madre,
estos son mis amigos,
pero
no están todos,
faltan
los demás y sus muertes.
Madre,
se me olvidaba Juanita,
la
chica vasca, que me arregla el piso.
Juanita
que se despierta en la voz
para
contarle a los ojos que ha soñado
que
dentro de poco se va a casar.
Es
como una oveja con flores en la lana.
Madre,
todavía no me despido.
Me hace
falta contarte algo a ti que me quieres tanto:
resulta
que mis labios se ataron a un nombre
y que
todos mis abuelos apresuraron el paso por mi sangre
para
que yo amara, resumiéndolos,
en un
total de corazón y sueños.
Sí,
Madre, ahora no soy más que ternura.
Y como
no la conoces voy a decirte cómo es:
tiene
un corazón tan grande
que a
veces no le cabe en el pecho y lo reparte por las flores
y a mí
me toca recoger pájaros claros que han picoteado su
corazón.
En sus
ojos caben todas las distancias
y van pintando
de celeste al tiempo,
su
aliento es el refugio de mi voz cansada
y mi
oído guarda todos sus suspiros.
Madre,
ella alcanza casi tu estatura
y
tiene un nombre donde el mar se desborda
y una
cabellera rubia que no hace mucho
dividía
en trenzas.
Es blanda
cuando yo la acerco a mis brazos
para
que sienta mi amor bajo su pecho.
Yo me
ilumino con su voz
y mi
sombra está pegada a sus dedos.
Como
ves, Madre, sigo todavía enfermo.
sábado, 29 de abril de 2017
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL CUENTO (II)
Esa
mágica forma de contar
Premio
Nobel de Literatura, novelista magistral. Los relatos breves, recorren
prácticamente toda su obra literaria, desde sus primeras publicaciones en la
prensa colombiana, hasta Memoria de mis
putas tristes, su última novela, publicada en 2004. En este artículo, un
análisis literario del cuento: Un día de
estos.
Por
Fernando Chelle
UN DÍA DE ESTOS
“Una realidad que no es la del papel, sino que
vive con nosotros y determina cada
instante
de nuestras incontables muertes
cotidianas,
y que sustenta un manantial de
creación
insaciable, pleno de desdicha y de
belleza...”
Gabriel García Márquez:
Fragmento del discurso
de aceptación del Premio
Nobel, 1982.
Del libro de Gabriel García Márquez Los funerales de la Mamá
grande (publicado por la Universidad Veracruzana de Xalapa en México,
en el año 1962), he elegido para el análisis literario, el cuento
titulado: Un día de estos.
(http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/ggm/un_dia_de_estos.htm)
Este relato concreto del nobel
colombiano, donde nada sobra ni falta, está muy relacionado con el cuento
titulado Espuma y nada más (http://www.literatura.us/tellez/espuma.html),
del escritor bogotano Hernando Téllez. El cuento de Téllez, publicado en 1950,
en el libro titulado Cenizas para el
viento y otras historias, habla de un barbero y un capitán, los que serían
comparables al dentista y al alcalde militar del cuento de Gabriel García
Márquez. Ambos relatos transcurren en la misma época y si bien el de Téllez es
más explícito, en cuanto a los papeles que juegan los protagonistas, las dos
narraciones aluden inequívocamente al conflicto armado que se vivía en la
sociedad.
La línea argumental del cuento que
nos ocupa, muestra el encuentro de un dentista empírico y un militar que ejerce
como alcalde del pueblo, en un viejo consultorio, donde se lleva a cabo la
extracción de una muela. Hay solo tres personajes, dos principales, Don Aurelio
Escovar (el dentista) y el alcalde (teniente), finalmente, el hijo del
dentista, un personaje secundario que funciona como intermediario entre los dos
principales. Tras esta anécdota breve y hasta cotidiana, aparece en el relato
un trasfondo de violencia social, corrupción, abuso de poder, tensión y
enemistad entre los personajes principales.
Al igual que todos los cuentos de Los
funerales de la Mama Grande, este relato presenta algunos diálogos y un
narrador omnisciente, que cuenta en tercera persona. Es una narración
lineal, que se desarrolla en un único escenario y presenta una sola acción.
El tema central del relato, es la tregua que se establece dentro del
conflicto ideológico, entre el pueblo (representado por el dentista) y el
estado (representado por el alcalde), y la inversión de los poderes, donde el
pueblo, al menos por un momento, va a imponer sus normas.
Internamente, encontramos tres
momentos diferentes en la narración. En un primer momento se nos presenta al
dentista y su entorno laboral. Hay un segundo momento, el más extenso, que abarca
el diálogo de Escovar con su hijo, la irrupción del alcalde en el consultorio y
la extracción de la muela. Finalmente, el tercer momento, muy breve, estaría
constituido por el diálogo final de los personajes.
En el comienzo del relato todo
parece tranquilo, cotidiano y hasta agradable. El narrador omnisciente, se
encarga de contarnos las características del dentista. Es importante el tratamiento
que se le da desde el punto de vista narrativo a este personaje (representante
del pueblo), de él se nos van a dar detalles significativos, cosa que no se va
a hacer con el personaje del alcalde- teniente (representante del estado). El
dentista tiene un nombre (Aurelio Escovar), se nos dice que es buen madrugador,
trabajador, se lo ve ordenado, metódico y observador. En esta primera parte de la narración, además
de conocer las características del dentista, conocemos el escenario donde se
desarrollará el relato. La acción propiamente dicha, correspondiente al segundo
momento de la narración, comienza con las palabras del hijo de Escovar. La
mediación del niño, de quien solo se oye la voz, y no hace más que trasladar la
petición del alcalde, muestra la distancia inamistosa entre los dos personajes.
El pedido consiste en un servicio profesional, la extracción de una muela. En
un principio, el dentista se niega a recibir al alcalde, y le indica al niño
que le diga que no está, pero el alcalde escucha su voz y lo amenaza con
pegarle un tiro sino le saca la muela. El hecho de que Escovar se niegue a
atender a su visitante y que sienta que es mejor que lo haya escuchado cuando
dijo que no quería atenderlo, muestra una clara oposición por parte del dentista
al poder que ostenta el militar. Hay elementos en el relato que nos permiten
suponer cosas que no están referidas explícitamente. Escovar está armado, esto
no solo muestra que está dispuesto a contrariar las órdenes del alcalde, sino
que es un ciudadano preparado para acontecimientos militares. Quizá pertenezca
a algún grupo de resistencia popular, esto no lo sabemos, aunque más adelante
cuando se disponga a extraerle la muela a su indeseado visitante le va a decir que
le cobra veinte muertos. Por su parte el militar, actúa con la conducta
estereotipada de los de su especie, se muestra prepotente, orgulloso, alguien
que quiere imponer su voluntad a través de la violencia. Pero los
acontecimientos de la narración no siguieron el rumbo que los lectores
estábamos esperando. Escobar, antes de desafiar al alcalde a que haga efectiva
su amenaza se cercioró de que su revolver efectivamente estuviera en la gaveta
inferior de la mesa. El alcalde por su parte irrumpió en el gabinete después de
amenazar concretamente, de manera que lo más lógico hubiera sido que hubiera
existido al menos un intercambio de disparos. Pero nada de esto pasó. Cuando el
dentista ve las marcas del dolor en la cara del alcalde se compadece de su
sufrimiento y es precisamente este sentimiento el que posibilita la prestación
del servicio casi con normalidad. El alcalde tampoco se encontraba gustoso con
la visita, de otra forma no hubiera pasado cinco noches de tormento, pero
seguramente Escovar era el único dentista del pueblo, y aunque empírico, sabía
hacer su trabajo.
El conflicto del cuento está
vinculado con la salud, no con lo militar y los personajes, en ese terreno,
deben tratar de interactuar de la forma más civilizada posible. Esta situación
lleva a que en ese viejo consultorio, se inviertan los papeles en lo que
respecta al poder. El militar pasa a estar a la merced de lo que pueda decir el
dentista y no tiene otra alternativa que obedecer si quiere dejar de sufrir por
la muela. Por esta razón, es que dije en la definición del tema del relato, que
el pueblo, por un momento, va a imponer sus normas. Porque después, el
conflicto social seguirá intacto. El alcalde aliviará su tormento y dejará en
claro que es él quien ostenta el poder absoluto en esa sociedad. Conocedor de
esa realidad transitoria, Escovar maneja el tiempo y la situación a su favor:
hierve los instrumentos, los retira con unas pinzas frías sin ningún apuro, se
lava las manos, todo bajo la atenta mirada de un desesperado alcalde. Incluso
tiene la excusa perfecta para generarle al militar un sufrimiento extra, como
tiene un absceso, la intervención debe ser sin anestesia. Esto puede llegar a
ser verdad o no, es algo que queda librado a nuestra imaginación, lo cierto es
que el dolor de ese momento para el alcalde sería tan intenso, que el dentista
le dice: “Aquí nos paga veinte muertos, teniente”. Es muy significativo que el
dentista no le diga alcalde, sino teniente, aludiendo a su condición de
militar. Que le cobre veinte muertos, de los cuales este alcalde- teniente
seguramente es responsable y que hable de ese cobro en plural, lo que muestra
que esos muertos son del pueblo, del que Escovar forma parte. Una vez que el
dentista le saca la muela, le ofrece al alcalde con ironía un trapo limpio. Se
encarga de especificarle que el trapo es para que se seque las lágrimas, con lo
que se crea un contraste entre la situación y la altivez característica del
militar.
El último momento del relato
está constituido por un mínimo diálogo de los personajes. Allí queda al desnudo
la corrupción de esa sociedad violenta. Ese militar, que seguramente se hizo
del poder por las armas, que tiene sometida la población y que carga al menos
con decenas de muertos, financia sus cuentas personales con las arcas del
estado. No tiene ningún tipo de vergüenza de decir que él y el municipio son la
misma vaina.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL CUENTO (I)
Esa
mágica forma de contar
Premio
Nobel de Literatura, novelista magistral. Los relatos breves, recorren
prácticamente toda su obra literaria, desde sus primeras publicaciones en la
prensa colombiana, hasta Memoria de mis
putas tristes, su última novela, publicada en 2004. En este artículo, y en
el próximo: su labor como cuentista, sus diferentes libros de cuentos, Los funerales de la Mama Grande y un
análisis literario del cuento: Un día de
estos.
Por
Fernando Chelle
Gabriel
García Márquez y el cuento
Resulta normal, y hasta casi
lógico, que al pensar en la figura de Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1927 ‑ Ciudad de México, México, 17
de abril de 2014), lo primero que se nos venga a nuestra mente, sea la imagen
del gran novelista, ganador del Premio Nobel de Literatura, en el año 1982.
Esto es algo incuestionable, porque desde La
hojarasca (1955), hasta Memoria de
mis putas tristes (2004), pasando por la mítica Cien años de soledad (1967), o por cualquiera de sus otras siete novelas,
el escritor colombiano se ganó, tanto dentro de la crítica literaria, como
entre los lectores, el reconocimiento de gran novelista. No obstante esto, se
podría decir, que lo que forma la base de su gran literatura, son los relatos
cortos, los cuentos. Las historias breves, dentro de la literatura de Gabo,
están presentes, no solo en los cuatro libros de cuentos que encontramos dentro
de su obra, sino también en la gran mayoría de novelas, en los guiones
cinematográficos y en su vasta obra periodística. El propio autor reconoció, en más de una
oportunidad, que para él son las “pequeñas historias” las que hacen interesante
y fantástico al mundo. En su libro de memorias, Vivir para contarla (2002), como en numerosas entrevistas, García
Márquez refirió como las anécdotas de antiguas guerras referidas por su abuelo,
un coronel a quien llamaba Papalelo y los relatos fantásticos de apariciones
que le contaban las mujeres de su casa, se conjugaron en su mente y pasaron a
ser un material primario e importantísimo de su universo literario. Si bien es
cierto que García Márquez comenzó su andanada literaria, como tantos otros
escritores, con la poesía y después escribió algunos comentarios humorísticos,
las primeras producciones literarias importantes fueron sus cuentos. El primero
que registran sus memorias, es el titulado Psicosis
obsesiva, un relato fantástico, de su época de estudiante de bachillerato
en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá. A partir del año 1947, el más
reconocido de los autores colombianos, comienza a escribir relatos breves,
cuentos, de forma más sistemática. Los primeros, fueron publicados por el
diario El Espectador de Bogotá, van
desde el año 1947, con la publicación de La
tercera resignación, el 13 de septiembre de 1947, hasta el año 1955. Estos
primeros relatos, fueron reunidos y publicados en forma de libro, recién en el
año 1974, en la obra titulada Ojos de
perro azul. Posteriormente a la etapa bogotana, encontramos los relatos
escritos en la costa colombiana, cuando García Márquez se desempeñaba como
periodista en Cartagena de Indias y en Barranquilla. De esta época es el cuento
Un día después del sábado, relato que
obtuvo el primer premio de un concurso
organizado por la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, y que figura
en el libro Tres cuentos colombianos,
publicado en el año 1954. Del año 1959, cuando García Márquez ya se encontraba
nuevamente radicado en Bogotá, es el cuento Los
funerales de la Mamá Grande. Este relato extenso, antecedente claro de Cien años de soledad, forma parte de un
libro que lleva su mismo nombre, publicado en el año 1962. En esta última obra,
me detendré más adelante, porque de ella forma parte el cuento Un día de estos, relato que analizaré y
comentaré literariamente. A finales de la década del 60, el Nobel colombiano,
comenzó a escribir una serie de cuentos, que algunos estudiosos de su obra
dicen que estaban destinados a un libro de historias infantiles que nunca
publicó. Estos relatos, junto con otras historias, pensadas en un principio
como guiones cinematográficos, fueron publicados en el año 1972, bajo el título
de: La increíble y triste historia de la
cándida Eréndida y de su abuela desalmada. El último libro de cuentos de
Gabriel García Márquez se publicó en el año 1992, bajo el título de Doce cuentos peregrinos. Son relatos de
inmigrantes latinoamericanos en el viejo continente, un libro que García Márquez decidió publicar el año en que se festejaron los 500 años de la
llegada de los europeos al continente americano.
Los
funerales de la Mamá Grande
Los funerales
de la Mama Grande, es el primer libro de cuentos, publicado por el escritor
colombiano Gabriel García Márquez, en el año 1962. Si bien no fueron los
primeros cuentos escritos por el Nobel, como se refirió en el apartado anterior
de este artículo, sí son los primeros publicados en forma de libro. En la obra
se reúnen ocho cuentos, todos breves a excepción de Los funerales de la Mama Grande, el relato que cierra y da nombre
al libro, texto que algunos críticos prefieren catalogar, más que como un
cuento, como una novela corta. En este libro, aparece nuevamente como escenario
el pueblo Macondo, ya lo habíamos visto en La
hojarasca (1955), su primera novela, y lo volveremos a ver en su obra más
conocida, Cien años de soledad
(1967). Mario Benedetti, dijo en 1972, que este libro de cuentos, funcionó
dentro de la obra de Gabriel García Márquez como un “trampolín para el gran
salto imaginativo” que supuso la escritura de Cien años de soledad. Es una gran verdad, porque no solo el
escenario de Macondo, funciona en este libro como un antecedente de Cien años
de soledad, también se encuentran personajes como el coronel Aureliano Buendía
y su hermano José Arcadio. Hay también, algunas historias que García Márquez
abordará en La mala hora, una novela
publicada el mismo año 1962, y cinco años después, en Cien años de soledad. Los
funerales de la Mama grande, es un libro en el que ya aparecen los
elementos propios del realismo mágico, que tanto caracterizarán a algunas de
las obras posteriores del escritor colombiano. Diferentes historias que superan
lo real y verosímil transcurren en medio de una atmósfera de intenso calor. Una mujer
que fallece a los noventa y dos años,
virgen, y a sus funerales
concurre el presidente de la República y el Papa; un cura que dice haber visto
al diablo y numerosos pájaros que caen sobre el poblado, rompiendo mosquiteros
y alambradas, constituyen algunas de las historias que se desarrollan en la
obra. Todos los cuentos presentan un narrador omnisciente, que cuenta las
historias de forma ordenada, lo que permite una lectura ágil. Como es
característico dentro de la literatura garciamarquiana, hay muy pocos diálogos
y monólogos. Se le da mucha importancia a las descripciones de los ambientes
donde transcurren las acciones, pero las descripciones, casi siempre están
insertas en las mismas narraciones. En cuanto a la temática que presentan los
relatos, es perceptible una sociedad en conflicto, injusta, desigual, sometida
a las arbitrariedades del poder. Por las páginas del libro desfilan, tanto los
personajes marginados como los privilegiados. Encontramos desde viudas,
ladrones, carpinteros, y dentistas, hasta alcaldes, tenientes, médicos y
sacerdotes.
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