Un
mundo adolescente
En
la lucha de un joven por conquistar el amor, Mario Vargas Llosa nos muestra de
forma magistral el mundo de la adolescencia y de la primera juventud. Los
grupos de amigos y sus códigos, la angustia, el miedo y la rebeldía, todo se
encuentra en este relato de aprendizaje, que muestra como pocos los procesos
psicológicos que se dan en esa etapa de la vida tan trascendental para el
individuo.
Por
Fernando Chelle
Continuando
mi recorrido por las ficciones de los distintos cuentistas latinoamericanos, he
llegado a Perú. Hace unos meses, en el primero de los dos artículos que dediqué
a la escritora brasileña Clarice Lispector, me referí a la dificultad que
presentan ciertos países que cuentan con numerosos cuentistas destacados, a la
hora de elegir solamente uno para su estudio. Perú es uno de esos casos, y
quizá Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 28 de marzo de 1936), el autor elegido
para el estudio, no sea tan conocido hoy como cuentista, pero fue precisamente
con el relato breve con lo que el hoy premio Nobel peruano entró de lleno al
mundo de la literatura. El cuento que elegí para comentar se titula Día domingo, pertenece al libro Los Jefes, publicado en la ciudad de
Barcelona en el año 1959 por la Editorial Roca.
Los Jefes es el primer libro publicado por Mario Vargas Llosa, y es su
único libro de cuentos, presenta un conjunto de seis relatos breves: Los jefes, El desafío, El hermano menor,
Día domingo, Un
visitante y El abuelo. Tal como funcionó el libro Los funerales de la Mama Grande, en el caso de Gabriel García Márquez, que fue, al decir de Mario
Benedetti, un “trampolín para el gran salto imaginativo” que supuso
la escritura de Cien años de soledad,
así funcionó el libro Los Jefes, en
el caso de Mario Vargas Llosa. Es una obra de características realistas, que presenta
temáticas, personajes y ambientes urbanos que serán característicos de las
obras posteriores del autor peruano. La obra, que fue galardonada en el año
1958 con el premio Leopoldo Alas, y publicada en 1959 por la Editorial Roca, estaba compuesta por cinco
textos, todos los nombrados menos el cuento titulado Un visitante. Este cuento aparece en una segunda edición peruana de
1963 (Populibros Peruanos), la que no incluye el texto titulado El abuelo. La tercera edición, de 1965,
también peruana (José Godard Editor), presenta los seis relatos definitivos que
se han mantenido en las diferentes ediciones. Las historias que aparecen en el
libro, están inspiradas en las propias vivencias del joven Mario Vargas Llosa.
Son relatos que transcurren en diferentes lugares del Perú y que el escritor
concibió entre los 17 y 21 años de edad. Los protagonistas por lo general son jóvenes
de sexo masculino que se reúnen en grupos, esto lo podemos ver no solo en
algunos cuentos de esta obra, como en Día
Domingo, en Los jefes y en El desafío, sino que también lo veremos
en novelas posteriores de Vargas Llosa, como por ejemplo en La ciudad y los perros, en La casa verde y en Los cachorros. La acción de los diferentes relatos del libro gira
en torno a un grupo de jóvenes, quienes siempre estarán compitiendo,
disputando, en un mundo machista, marcado por el culto al coraje y el desprecio
a la cobardía.
Día domingo es un relato que recrea el mundo de un grupo de adolescentes
limeños de los años 50, pero sobre todo es un cuento sobre la amistad y sobre el
primer amor. En la medida de que la acción del relato transcurre en un lugar
concreto y reconocible, sobre todo para los peruanos, también es un relato que
tiene un fuerte componente documental e ilustrativo de una época y de unas
costumbres.
Líneas generales del argumento
El
tema principal de este relato es el enfrentamiento que se establece entre dos
jóvenes, Miguel y Rubén, por el amor de una chica llamada Flora. La narración
comienza en el momento en que Miguel toma coraje y le declara su amor a Flora.
Miguel estaba enterado, por medio del Melanés, un integrante del grupo de
amigos denominado los pajarracos, de las intenciones que tenía Rubén,
declararse a Flora, con la complicidad de su hermana Martha. Por esta razón, y
consciente de que Rubén era el chico más popular del colegio y gran
conquistador, tanto por sus atributos físicos como por sus logros como campeón
de natación, es que Miguel decide apresurarse, declararle su amor a Flora y
ganarle de mano a su duro rival. La joven, si bien no lo rechaza, decide no
darle una respuesta en el momento y le dice que lo va a pensar. Cuando Miguel
le pregunta si irán al cine esa tarde y Flora le contesta que no podrá ir
porque se había comprometido a ir a la casa de Martha, Miguel comienza a
planear las estrategias para que el encuentro de Flora con Rubén no se
concrete. Lo primero que hace es ir a buscar a Rubén al bar donde se juntaban
los pajarracos, grupo de amigos al que pertenecían, tanto él como Rubén. Para
tratar de retener a su rival en el bar y frustrar de esa forma el encuentro con
Flora, lo desafía a tomar cerveza y ver quien resiste más. Rubén,
que en un primer momento dijo que no se podía quedar, termina aceptando el
desafío. Si bien en esta primera disputa no hay un vencedor, lo cierto es que
entre cerveza y cerveza Miguel logra su cometido, retiene a Rubén en el lugar.
Pero allí no terminaron las cosas, después de una serie de roces
circunstanciales, Rubén desafía a Miguel a nadar en el mar hasta la reventazón,
desafío por demás peligroso, ya que están ebrios, es de noche y es invierno. De
todas maneras, ambos contendientes aceptan el desafío y deciden jugar su
destino en la carrera de natación, donde el perdedor dejará el camino libre al
vencedor, quien podrá de esa forma enamorar a Flora sin ningún tipo de
obstáculo.
Miguel
es consciente de que Rubén es un excelente nadador, pero la presión ejercida
por la presencia de los demás pajarracos no le permite rechazar el desafío,
sería un acto de cobardía inaceptable. Pero lo que definitivamente lo lleva a
aceptar la desventajosa propuesta, es la promesa hecha por Rubén, de que de
llegar a salir perdedor ya no se le declararía a Flora. Los competidores se
dirigen entonces hacia la playa e ingresan al mar helado, mientras el grupo de
pajarracos espera en la orilla. Después de un primer momento donde no parece
ocurrir nada relevante, los competidores comienzan a sentir la severidad de las
aguas heladas y sus organismos se ven afectados tanto por el frío como por la
cantidad de cervezas ingeridas. Miguel comienza a acalambrarse y a perder
movilidad, por un momento siente temor, porque no divisa a su rival ni tampoco
la orilla. De pronto, escucha la voz desesperada de Rubén pidiéndole ayuda y
todo cambia, ese hecho hace que como por arte de magia recupere las fuerzas, ya
no piense en sus malestares y ponga todas sus energías en tratar de salvar a su
amigo-rival. Va flotando hasta donde se encuentra Rubén mientras recuerda que
es común que los náufragos suelan hundir a los socorristas, por eso le aclara a
Rubén que lo ayudará pero que le prometa que no lo va a agarrar porque de ser
así se podrían llegar a hundir los dos. Como puedo, Miguel logra sacar hasta la
orilla a Rubén, donde se encuentra el grupo de pajarracos. Una vez a salvo,
Rubén le pide el favor a Miguel de que no cuente a los demás pajarracos lo sucedido
en el mar, y este lo acepta. En reciprocidad por ese favor, Rubén admite ante
los pajarracos que Miguel fue el ganador de la carrera. Miguel no dice nada,
pero respira tranquilo y feliz, consciente de que tiene el camino libre y que
dentro de poco la noticia de la carrera llegará a oídos de Flora.
Un mundo adolescente
Si
bien el cuento está narrado desde la perspectiva de Miguel, el adolescente protagonista
que competirá con Rubén por el amor de Flora, Vargas Llosa eligió para contar
la historia, un narrador omnisciente, en tercera persona, que va presentando
los acontecimientos de forma lineal, a medida que van sucediendo. De todas
formas, en el principio del relato encontramos algunas analepsis
(retrospectivas), que permiten al lector conocer sucesos previos al momento de
la narración. La historia se comienza a narrar in media res (en mitad del
asunto), en el momento en que Miguel le declara su amor a Flora. A partir de
allí, iremos conociendo una historia de aprendizaje, relacionada con el
encuentro del primer amor, ese que casi siempre tienen lugar en la adolescencia
o en la primera juventud. El cuento logra recrear muy bien el clima psicológico
que viven los jóvenes en esa etapa de la vida. Es una narración en la que
encontramos angustia, miedo, dramatismo, rebeldía, valor, amor. Como lectores,
al principio podemos sentir la inseguridad de Miguel a la hora de declarar su
amor y luego sentimos su angustia al recibir la contestación de Flora. Seremos
testigos también, de la atmósfera tensa que se vive en el bar cuando los
jóvenes se desafían y finalmente se enfrentan por alcanzar el amor.
Los
personajes están descritos mínimamente. Se le da más importancia a los rasgos
psicológicos (etopéyicos) que a los físicos (grafopéyicos), únicamente se lo
describe a Rubén como alguien más estilizado que Miguel, de los demás
personajes nada se nos dice. Flora, la bella joven que ha enamorado sin
proponérselo a Miguel y a Rubén, que es, también sin proponérselo, el motivo
que mueve el relato, es un personaje casi decorativo, ya que después de ese
breve diálogo del principio con Miguel, no vuelve a aparecer. Los dos
personajes principales del relato, Miguel y Rubén, van a presentar cambios
derivados de los acontecimientos que se cuentan en la narración. Una vez
victorioso de la carrera en el mar, Miguel se hace hombre, al decir del
Melanés, recibe gustoso en su espalda las palmadas del triunfo, lejos parece
haber quedado aquel muchachito asustadizo, con baja autoestima. El cambio en
Rubén es menor, siempre lo vimos seguro de sí mismo, ganador en todos los
aspectos, pero al final, después de la derrota, se lo ve más humilde.
Las
relaciones entre los jóvenes sí las podemos conocer en profundidad. Se manejan
con sus propios códigos y son las relaciones, muchas veces subrepticias, las
que llevan adelante la acción del relato. Recordemos, por ejemplo, que Miguel
sabía que Rubén se le declararía a Flora, gracias a que el Melanés se lo había
dicho. Por su parte Rubén, para llevar adelante su empresa, contaba con la
ayuda y complicidad de su hermana Martha. Más adelante en el relato, en el bar,
será la presión implícita de la presencia del grupo de amigos lo que llevará a
que realmente se concrete el desafío de las cervezas, ya que en un primer
momento Rubén había pensado retirarse del lugar. Finalmente, son esas
relaciones de amistad juvenil, a veces autoritarias y hasta violentas, las que
desencadenan el desenlace de la historia, las que llevan a que los dos jóvenes
terminen enfrentándose en una carrera de natación, en pleno invierno, después
de haber ingerido grandes cantidades de cerveza.
Vargas
Llosa, además de mostrar de forma magistral el mundo adolescente, fue creando
en el relato un suspenso ascendente. La carrera de natación, teniendo en cuenta
las condiciones climáticas y el estado alcohólico en el que se presentaron los
competidores, llevaba a imaginar al lector el peor de los desenlaces. Pero a
último momento, las cosas cambian, el relato da un viraje un tanto inesperado, y
se cierra con una frase que muestra inequívocamente un final feliz:
“Se
abría, frente a él, un porvenir dorado”.
Este artículo forma parte
del libro El cuento latinoamericano en el siglo XX, del mismo autor.
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