En este cuento breve, se encuentran las principales características que
hacen del escritor de Rayuela uno de
los grandes maestros de la literatura latinoamericana y mundial.
Por Fernando
Chelle
Son muchos los aspectos
literarios en los que podríamos reparar a la hora de acordarnos de Julio
Cortázar, nos podríamos detener en la importancia que tuvo como novelista y en
lo que significó su novela dentro de la literatura latinoamericana, en sus
ensayos de carácter social, en su poesía y hasta en su función como docente.
Abordaré, en cambio, un cuento que apareció publicado en el año 1964 y que
forma parte de la segunda edición del libro Final del juego, editado por la
Editorial Sudamericana, se trata del cuento Continuidad
de los parques.
La elección de este cuento breve,
se basa fundamentalmente en que en él podemos encontrar las principales
características que hacen del escritor de Rayuela
uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana y mundial. En las
escasas líneas que comprende el cuento está el maestro de la narración breve,
el autor que rompió los moldes, cánones y estereotipos de la literatura
imperante en su época, está la transgresión temporal y discursiva, como así
también el corte exquisitamente discreto entre lo real y lo fantástico.
El tema central del cuento es la
continuidad que se establece entre dos mundos de ficción. El primer mundo, al
que podríamos llamar ficción primaria, y que corresponde a la realidad de un
hombre que está leyendo una novela, termina por comunicarse con un segundo
mundo ficcional correspondiente a los acontecimientos que suceden en la novela
que está leyendo. El lugar donde van a converger los mundos es precisamente en
los parques, el del lector de la novela (ficción primaria) y el del bosque de
la cabaña de los amantes (ficción secundaria), que terminarán fundiéndose,
fusionándose, continuándose. De manera que ya en el título del cuento está
presente el tema central de la narración.
En cuanto a la estructura externa
o formal del relato vemos que está dividido en dos párrafos, que de alguna
manera se corresponden con el contenido temático de los mismos. Si bien
internamente hay tres momentos en el relato, los dos primeros aparecen juntos
en el primer párrafo y el último momento estaría comprendido totalmente en el
último párrafo.
El primer momento del relato se
centra en lo que llamaré ficción primaria y comprende la presentación del
hombre lector y el mundo que lo rodea. Dentro del mismo gran primer párrafo
también encontramos el segundo momento, al que llamaré ficción secundaria, y
cuyo centro de interés son los acontecimientos de la novela que el personaje
lector está leyendo. Por último, en el tercer momento, correspondiente al
último párrafo, encontramos el elemento fantástico del relato, la fusión de las
dos ficciones.
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por
negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se
dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes.
Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con
el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del
estudio que miraba hacia el parque de los robles.
La intención del autor del relato
está planteada desde el principio, le interesa que centremos nuestra atención
como lectores activos en aquellos aspectos que hacen a la idea central del
cuento, la fusión de dos mundos ficcionales. Es así que elige no brindarnos
datos físicos (grafopéyicos) o psicológicos (etopéyicos) del personaje lector,
no interesan para la trama del relato, lo único que importa es la funcionalidad
del personaje. No obstante esto, el narrador omnisciente y exterior va a ir
brindando cierta información de la vida del lector, pero esta va a estar
siempre al servicio de la trama. En la primera frase del cuento, y en unas
pocas palabras, ya se referencian las dos ficciones, el lector y la novela. Lo
importante aquí es centrar nuestra atención rápidamente en la importancia que
va a terminar teniendo para este lector la lectura que está realizando. Las
referencias que se hacen sobre los negocios urgentes, sobre el apoderado y
sobre el mayordomo cumplen una doble función, por un lado, muestran el mundo de
riquezas y bienestar que rodea a este lector y por otro lado muestran como este
hombre se ocupó de resolver todas las tareas que tenía pendientes antes de
ponerse a leer en total tranquilidad. Para los acontecimientos que se van a
suscitar en el relato, era necesario que el personaje lector se encontrara
totalmente relajado, de forma que la ficción que estaba leyendo lo atrapara
completamente. La tranquilidad que le ofrece el estudio que mira hacia el
parque de los robles hace de ese lugar el sitio ideal para dejarse envolver por
la trama de la novela.
Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo
hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su
mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer
los últimos capítulos.
En esta breve pero contundente
narración, todos los elementos que van a ir apareciendo forman parte del
conjunto, no están allí como mero decorado.
Lógicamente que Cortázar al planificar su relato sabía perfectamente la
manera en que se daría lo fantástico, la fusión entre los dos mundos de
ficción. En este sentido, vemos como hay dos elementos significativos en el
pasaje, el sillón de terciopelo verde y el hecho de que el lector se haya
ubicado de espaldas a la puerta para no ser interrumpido. Cuando el asesino de
la novela, perteneciente a lo que he denominado ficción secundaria, irrumpa
completamente en el mundo del lector, lo hará precisamente por esa puerta y lo
encontrará de espaldas sentado precisamente en ese sillón. Las bases para que
se dé lo fantástico ya están echadas desde aquí, hay un lector que intenta por
todos los medios concentrarse y meterse en el mundo de una novela, pero lo
extraordinario del caso es que el mundo de la novela se terminará metiendo en
el mundo de él.
Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los
protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer
casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a
la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos
seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire
del atardecer bajo los robles.
Poco le costó al lector dejarse seducir por la novela,
había buscado el lugar propicio donde leer los últimos capítulos y recordaba
perfectamente lo que allí sucedía. Todo su entorno es de una comodidad absoluta
y está directamente vinculado con el placer, pensemos en la suavidad del
terciopelo, en los cigarrillos al alcance de la mano y hasta en la danza del
viento personificado que contribuye con el deleite del momento. La metáfora de
irse desgajando línea a línea, por un lado, nos muestra como el lector se iba
desprendiendo de su entorno y por otro lado prepara el terreno para que el
narrador comience a contar lo que sucedía en la novela. Otro elemento
significativo de este pasaje y que también está al servicio del elemento
fantástico que se va a establecer en el cuento, es la referencia a la hora del
día en que están sucediendo los acontecimientos. En la ficción primaria es el
atardecer mientras que en la ficción secundaria se nos va a decir que empezaba
a anochecer. Si prestamos atención a las dos ficciones que se van a fusionar en
el relato vemos que la hora es la misma, de manera que la continuidad también
está presente en este aspecto.
Palabra a palabra,
absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las
imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del
último encuentro en la cabaña del monte.
Este pasaje es muy importante porque es el que cierra el
primer momento del relato. Hasta aquí, hemos asistido a la presentación del
hombre lector y su mundo, su entorno. Hemos ido viendo como el escritor ha ido
preparando el terreno para ingresar de lleno a la ficción secundaria, a los
acontecimientos que suceden en la novela que el lector está leyendo. La primera
frase que refiere a la novela es “sórdida disyuntiva de los héroes”, aquí ya
estamos en el mundo de la ficción secundaria. Este es un pasaje donde, muy
sabiamente, se van a ir alternando gramaticalmente expresiones de los dos
mundos ficcionales. Por un lado tenemos un personaje “absorbido”, “dejándose
ir”, expresiones que refieren a la ficción primaria, y por otro lado tenemos la
“sórdida disyuntiva de los héroes” y el “color y movimiento” de las imágenes
que pertenecen al segundo mundo ficcional.
La temática de la novela, por la cual el lector se siente
fascinado, absorbido, refiere a un encuentro muy especial. Los personajes de la
ficción secundaria están en una disyuntiva, enfrentando una encrucijada, tienen
un dilema que resolver. A su vez esa
disyuntiva es calificada de “sórdida”, lo que implicaría algo miserable,
perverso, sucio.
Otra anticipación de lo que va a ocurrir a continuación
en el segundo momento, es el hecho de que las imágenes de la novela “adquirían
color y movimiento” es como si la ficción secundaria comenzara a cobrar vida
propia y el lector pasara a ser un mero espectador, de ahí la elección de la
palabra “testigo” con que se cierra el pasaje. Para que alguien sea testigo
tiene que estar presente en el lugar, y este lector está tan absorbido en lo
que está sucediendo en la novela que es como si estuviera viendo lo que está
pasando. Por último se refiere el lugar donde se dan los acontecimientos de la
ficción secundaria, la cabaña del monte.
Primero entraba la
mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de
una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él
rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una
pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos.
El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad
agazapada.
Lo primero que notamos al entrar en este segundo momento
de la estructura interna del relato es el cambio en el punto de vista del
narrador. Los sucesos que se van a ir contando son los que el lector está
leyendo y nosotros a su vez como lectores pasamos a ser “testigos” de esas
imágenes que por sí solas han adquirido color y movimiento. Aquí se presenta,
con más detenimiento, a los héroes que se habían encontrado en la cabaña para
resolver esa “sórdida disyuntiva”. Se trata de una pareja de amantes que
utiliza este lugar solitario para sus encuentros amorosos, aunque esta vez el
encuentro parece tener otra finalidad.
La presentación de los personajes se hace de forma directa, los
conocemos por sus acciones y al igual que como sucede con el personaje lector
no hay en ellos descripciones físicas ni psicológicas que los caractericen.
La primera en llegar a la cabaña fue la mujer, se la ve
desconfiada, prevenida, temerosa por el encuentro. El amante llega lastimado
por una rama, lo que muestra la espesura del lugar oculto donde se encuentra la
cabaña. Es interesante la escena de vampirismo que se da entre ambos, donde la
mujer detiene con sus besos la sangre del amante, aquí la sangre podría
funcionar como un elemento simbólico que por un lado refiere a la pasión de los
amantes y que por otro lado estaría adelantando el tema de la muerte. El
rechazo de las caricias por parte del amante, muestra que este encuentro es muy
distinto a los anteriores, es para llevar a cabo algo trascendental, no es un
encuentro más. Hay ahí un puñal como símbolo de libertad, un puñal que
se va entibiando y una prosopopeya en el concepto de libertad que al igual que
un animal espera agazapado el momento de dar su zarpazo final.
Un diálogo anhelante
corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba
decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el
cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban
abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir.
Se continúa utilizando la prosopopeya o personificación,
ahora para atribuir características humanas al diálogo que se está dando en la
novela. Este diálogo es “anhelante”, afanoso, deseoso y a la vez se lo compara
con la metáfora “arroyo de serpientes” lo que implicaría que es también
peligroso, traicionero. Se nos dice que el diálogo corría por las “páginas” y
estas páginas no son otras que las del lector, se introduce nuevamente una
palabra que hace referencia a la ficción primaria en medio del segundo momento.
Es importante que nosotros como lectores no perdamos de vista que los amantes
de la cabaña son personajes de una ficción secundaria, el narrador nos lo
recuerda haciendo referencia a las páginas de la novela.
La idea de destino está presente en la frase “todo estaba
decidido desde siempre”, las acciones que estaban llevando los personajes de la
novela y la actitud pasiva de ese lector que está leyendo acontecimientos en
los que va a terminar involucrado. Y es que ese “otro cuerpo que era necesario
destruir” es el del propio lector. De nada valen los intentos de la mujer para
intentar detener a su amante, era
necesario cumplir el objetivo y lograr la libertad y eso estaba decidido desde siempre.
Nada había sido
olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada
instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado
se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a
anochecer.
Este es el último pasaje del segundo momento de la
estructura interna del relato. Ya todo está listo para que se dé el gran paso
final de fusionar definitivamente y fantásticamente las dos ficciones que se
han venido desarrollando. Los amantes de la cabaña del monte tienen todo
absolutamente planificado para consumar su crimen “coartadas, azares, posibles
errores”. En medio de esa minuciosa planificación solo les quedaba tiempo para
manifestarse la pasión que los unía.
Otro elemento significativo en el cierre de este segundo
momento del cuento, es la referencia a la hora del día en que suceden los
hechos. Recordemos que el lector se sentó frente al parque de los robles al
“atardecer”, y ahora, los amantes están listos para llevar adelante su empresa
cuando “empezaba a anochecer”, de manera que la hora es la misma en las dos
ficciones.
Sin mirarse ya, atados rígidamente
a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía
seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un
instante para verla correr con el pelo suelto.
De esta manera comienza el segundo párrafo del cuento que
coincide con el tercer momento de la estructura interna. Hemos llegado al punto
donde se dará definitivamente lo fantástico, donde sucederá lo imposible, donde
se mezclarán, fusionarán, continuarán las dos ficciones.
Ahora los amantes se separan físicamente, porque en lo
que se refiere a los planes, a los sueños de libertad y al objetivo de cometer
el asesinato están “atados rígidamente”. El único instante que quizá no tenía
su empleo minuciosamente atribuido era el del amante volviéndose para mirar a
su amada correr con el pelo suelto. Es como si la imagen de ella corriendo en
plena libertad le diera fuerzas para cometer el crimen que los llevaría a
conseguir una libertad mayor.
Corrió a su vez,
parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva
del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa.
Al comienzo de este análisis literario, cuando definí el
tema central del cuento, dije que se trataba de la continuidad que se
establecía entre dos mundos de ficción, y que esa continuidad se daba
precisamente en los parques que terminaban fusionándose. Pues bien, esos árboles, esos setos y esa
alameda que está viendo el personaje de la novela, son precisamente los de la
casa del lector.
Los árboles de la cabaña del monte, ficción secundaria,
se continúan en estos árboles que llevan hasta la casa del lector, ficción
primaria. “La bruma malva del crepúsculo” tiñe toda la escena de carácter
fantástico, generando un espacio indefinido donde la continuidad se hace posible.
Los perros no debían
ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió
los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le
llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul,
después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en
la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el
puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de
terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
Encontramos aquí estructuras gramaticales que podrían
referir alternativamente a los dos mundos ficcionales, pero que ahora han
pasado a ser un solo mundo, estamos en el
terreno de lo fantástico, por ejemplo: “Los perros no debían ladrar, y
no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba”
Este último fragmento es importantísimo porque nos
permite establecer el móvil del crimen pasional. Si bien es cierto que en
ningún momento del relato se vincula a la mujer de la cabaña con el personaje
lector es indudable que ella mantenía una relación sentimental con él. No se
nos dice que esta mujer fuera la esposa o la amante del lector, pero es lógico
pensar que ese “otro cuerpo que era necesario destruir” para que ella junto con
su amante lograran la anhelada libertad fuera el de su marido. Aparte de esto,
tenemos aquí suficientes muestras de que ella conocía a la perfección todos los
movimientos de la casa. Son las palabras de la mujer las que están presentes en
el amante “desde la sangre galopando en sus oídos”, fue ella quien dio las
indicaciones a su enamorado y cómplice de como tenía que proceder y de las
cosas que se iba a encontrar.
El amante recuerda las palabras de la mujer y las
imágenes se van sucediendo, el asesino avanza por la casa hasta llegar al
salón. La referencia al sillón de terciopelo verde es el clímax de lo
fantástico, mostrando que quien está leyendo la novela es inequívocamente el
personaje lector de la ficción primaria. El cuento tiene un final abierto, de
todas maneras todo indica que el crimen se consumó y que aquel hombre sentado
en un sillón de terciopelo verde estaba leyendo su propia muerte.
Este artículo forma parte del libro El cuento
fantástico en el Río de la Plata, del mismo autor.
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